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  • 30 enero, 2023

Detalles del Momento: La Malignidad del Chisme


Moisés Absalón Pastora.

A lo largo de la historia de toda la humanidad un eterno acompañante de las tragedias y desgracias que nos han enlutado, nos han distanciado, nos han convertido en hermanos enemistados a muerte y por supuesto empobrecido en todos los sentidos, ha sido el chisme. 

El chisme tiene una malignidad profundamente letal y aquel que lo inventa, desnaturalizando cualquier realidad, aquel que se convirtió en la correa de transmisión para echarlo a andar y aquel que lo recibió para creérselo son al final asesinos de la dignidad humana, de la vida, honra y hacienda de las personas y fundamentalmente asesinos porque el efecto que causa el chisme sobre cualquier cosa que toca es letal y desgraciadamente tan venenoso y tóxico que sus daños son irreversibles porque el principal padrino del chisme es el diablo que encuentra su principal pasto de cultivo en la ignorancia. 

Tristemente el chisme es en nuestras familias, en los centros de trabajo, en la sociedad y en todo espacio dónde se le de cabida una moneda de uso corriente e independientemente de si se hace con alevosía, premeditación o ventaja o si hace “inocentemente” con tintes de broma el daño que causa es megatónico. 

La gran mayoría de las personas nacimos con la gran bendición del habla. Dios nos dotó de una forma muy expedita para comunicarnos sin embargo la mala levadura siempre encontró en el envidioso, en el acomplejado, en el egoísta, en el vulgar y patán, en ese que no es capaz ni de soportarse así mismo, el pasto adecuado para que el príncipe de las tinieblas incapacitara al chismoso, al come cuentos, para que tuviera dominio sobre su lengua. 

Hay quienes te glorifican tanto el chisme y gozan tanto de él que santifican la expresión de que es un delicioso bocado y lo sienten tan rico que se convierten en rumiantes porque lo regurgitan una y otra vez sobre todo cuando hablan de aquel que es mejor que ellos y al que no pueden superar. 

El chisme amigos es muchas veces un caramelo envenenado que viene muy elegantemente envuelto en ese papel celofán que al desempacar nos genera un efecto como de llamas sobre brazas ardientes y es que la verdad su contenido quema y calcina todo lo que alcanza.

El chisme genera contiendas entre los hermanos, la familia, los compañeros de trabajo o de estudio. Aquel que lleva a todas partes un chisme crea problemas porque el rumor modifica la verdad y establece la mentira como cierta dañando la reputación de la persona de quien se habla en el chisme.

“Tener buena fama o buen nombre es mejor que tener mucha riqueza” dice en la Biblia (Proverbios 22:1) pero llega el chismoso y de un solo tapazo arruina la reputación que tenía la persona afectada en cuestión de segundos, aunque su honorabilidad, Don de gente, filantropía, respeto y empatía social le haya costado años y años construir, hasta que de la noche a la mañana, solo porque alguien dijo una sola mentira sobre una gran verdad, la víctima amaneció despedazada.

No quiero pretender de religioso ni predicador ni nada que se le parezca, pero el chisme no es solo un rumor mal intencionado, sino que es un pecado en el que incurre aquel que lo inventa, es un pecado para el que lo propaga y es un pecado para el que lo escucha. En la Biblia, Santiago 3, dice que la lengua es una chispa de fuego que puede dejar un bosque en cenizas totalmente y por eso mismo en lo personal cuando en conversaciones en cualquier parte alguien empieza a hablar de otra persona o de una determinada circunstancia usando calificativos que no son agradables les corto la conversación porque el chisme se acaba dónde uno lo detiene y todos aquellos que gozan de él no son más que bicheros. 

Ese bichero o bichera de la que hablo puede acabar con la amistad del que siempre estuvo a tu lado en todo momento, es quien hizo de una mentira una verdad creída que igual puede acabó con un matrimonio, con una empresa o hasta con un país porque el chisme es como una bola de nieve que empieza chiquita y en la medida que rueda se convierte en algo monstruosamente gigante. 

Un chisme no es solo un chisme, un chisme es un arma que se usa en forma de venganza cuando la devastación causada incita la revancha de quien siente trastocado su honor. Aquel sapo o sapa que quiere congraciarse con alguien para hacer daño a quien envidia o simplemente no quiere, por las razones que sea, debe estar claro o clara que el chisme tiene victimarios, pero puede igualmente convertir en víctimas a quien hace de chismoso. Cuando una persona ha sido herida por otra, la ofendida puede vengarse hablando de secretos que le habían sido contados o denigrando a esa persona, todo para sentirse bien con el hecho de hacer daño, lo cual es un error por supuesto, pero es lo que genera el desenfreno de una lengua serpentera y amariconada porque el chisme es sinónimo de cobardía y ya no digamos de hipocresía. 

Nuestras palabras tienen un enorme poder para el bien o el mal, así nuestras lenguas pueden matar o salvar vidas. Un testigo falso puede causar la muerte de un hombre inocente. Una voz de consuelo puede dar esperanza a una persona que se encuentre al borde del suicidio.

Pienso que la cristiandad puede desde los hogares, desde las familias, los colegios, las empresas y los gobiernos ser factores determinantes para apagar las llamas infernales del chisme y del rumor. Sobre este tema debemos tomar plena conciencia porque el chisme ha penetrado tanto nuestras sociedades que se volvió un negocio y sino veámoslo en los mismos medios de comunicación que hoy por hoy son la principal correa de transmisión del chisme. En las radios, periódicos, espacios digitales o la televisión no se hace periodismo, se hace chisme y es una industria dónde los que dicen transmitir noticias se meten hasta la intimidad de la alcoba de cualquier persona que se les ocurra y si esta es pública, por el solo “pecado” de serlo, entonces no solo pierde el derecho a su privacidad, sino que a nombre de la farándula y del entretenimiento o peor aún de la democracia, te destrozan porque eres mejor que ellos, porque creen que las mismas cosas pueden hacerse de una manera diferente o simplemente porque no piensan como ellos dicen que debe de ser y al final el chisme que es falta absoluta de respeto lo contamina todo. 

En nuestro país y fuera de él, hay nicaragüenses ignorantes, necios y acomplejados que viven del chisme, del rumor y de la especulación y lamentablemente hay incautos que creen la mentira chismosa de esas alimañas rastreras que demostraron lo capaces que son para hacer daño desde la condición de sicarios políticos que ostentan, y que aunque pocos, son de esos cobardes a los que no debemos poner atención porque niegan la condición de paz que de la nación percibe el pueblo y así se nos reconoce tanto que firmas antagónicas a la Nicaragua revolucionaria y sandinista que vivimos, como Gallup Internacional, nos ubican a la cabeza del mundo como la patria de paz que hemos logrado construir. 

El chismoso es un traidor que apuñala hogares, familias, amigos, empresas y naciones y eso me lleva a recordar al uruguayo Alfredo Zitarrosa, poeta, escritor, locutor y periodista que en la letra de aquel “Adagio por mi país”, cuando el suyo se desangraba por la injusticia que lo consumía bajo la bota de los gorilas militares que lo oprimían nos cantaba esta letra para la posteridad: 

En mi país, qué tristeza 

La pobreza y el rencor 

Dice mi padre que ya llegará 

Desde el fondo del tiempo otro tiempo 

Y me dice que el sol brillará 

Sobre un pueblo que él sueña 

Labrando su verde solar. 

En mi país, qué tristeza 

La pobreza y el rencor. 

Tú no pediste la guerra 

Madre tierra, yo lo sé. 

Dice mi padre que un solo traidor 

Puede con mil valientes 

Él siente que el pueblo en su inmenso dolor 

Hoy se niega a beber en la fuente 

Clara del honor. 

Tú no pediste la guerra 

Madre tierra, yo lo sé 

En mi país somos duros 

El futuro lo dirá. 

Canta mi pueblo una canción de paz. 

Detrás de cada puerta 

Está alerta mi pueblo 

Y ya nadie podrá 

Silenciar su canción 

Y mañana también cantará 

En mi país somos duros 

El futuro lo dirá 

En mi país, qué tibieza 

Cuando empieza a amanecer 

Dice mi pueblo que puede leer 

En su mano de obrero el destino 

Y que no hay adivino ni rey 

Que le pueda marcar el camino 

Que va a recorrer 

En mi país, qué tibieza 

Cuando empieza a amanecer 

En mi país somos miles y miles 

De lágrimas y de fusiles 

Un puño y un canto vibrante 

Una llama encendida, un gigante. 

Esta poesía hecha canto vivo del fallecido uruguayo Alfredo Zitarrosa en su más alta expresión de denuncia dice que un solo traidor puede con mil valientes y un chismoso es un delator y es un traidor capaz de asesinar vidas y reputaciones.

A lo largo de la historia de toda la humanidad un eterno acompañante de las tragedias y desgracias que nos han enlutado, nos han distanciado, nos han convertido en hermanos enemistados a muerte y por supuesto empobrecido en todos los sentidos, ha sido el chisme. 

El chisme tiene una malignidad profundamente letal y aquel que lo inventa, desnaturalizando cualquier realidad, aquel que se convirtió en la correa de transmisión para echarlo a andar y aquel que lo recibió para creérselo son al final asesinos de la dignidad humana, de la vida, honra y hacienda de las personas y fundamentalmente asesinos porque el efecto que causa el chisme sobre cualquier cosa que toca es letal y desgraciadamente tan venenoso y tóxico que sus daños son irreversibles porque el principal padrino del chisme es el diablo que encuentra su principal pasto de cultivo en la ignorancia.

Tristemente el chisme es en nuestras familias, en los centros de trabajo, en la sociedad y en todo espacio dónde se le de cabida una moneda de uso corriente e independientemente de si se hace con alevosía, premeditación o ventaja o si hace “inocentemente” con tintes de broma el daño que causa es megatónico. 

La gran mayoría de las personas nacimos con la gran bendición del habla. Dios nos dotó de una forma muy expedita para comunicarnos sin embargo la mala levadura siempre encontró en el envidioso, en el acomplejado, en el egoísta, en el vulgar y patán, en ese que no es capaz ni de soportarse así mismo, el pasto adecuado para que el príncipe de las tinieblas incapacitara al chismoso, al come cuentos, para que tuviera dominio sobre su lengua. 

Hay quienes te glorifican tanto el chisme y gozan tanto de él que santifican la expresión de que es un delicioso bocado y lo sienten tan rico que se convierten en rumiantes porque lo regurgitan una y otra vez sobre todo cuando hablan de aquel que es mejor que ellos y al que no pueden superar.

El chisme amigos es muchas veces un caramelo envenenado que viene muy elegantemente envuelto en ese papel celofán que al desempacar nos genera un efecto como de llamas sobre brazas ardientes y es que la verdad su contenido quema y calcina todo lo que alcanza.

El chisme genera contiendas entre los hermanos, la familia, los compañeros de trabajo o de estudio. Aquel que lleva a todas partes un chisme crea problemas porque el rumor modifica la verdad y establece la mentira como cierta dañando la reputación de la persona de quien se habla en el chisme.

“Tener buena fama o buen nombre es mejor que tener mucha riqueza” dice en la Biblia (Proverbios 22:1) pero llega el chismoso y de un solo tapazo arruina la reputación que tenía la persona afectada en cuestión de segundos, aunque su honorabilidad, Don de gente, filantropía, respeto y empatía social le haya costado años y años construir, hasta que de la noche a la mañana, solo porque alguien dijo una sola mentira sobre una gran verdad, la víctima amaneció despedazada.

No quiero pretender de religioso ni predicador ni nada que se le parezca, pero el chisme no es solo un rumor mal intencionado, sino que es un pecado en el que incurre aquel que lo inventa, es un pecado para el que lo propaga y es un pecado para el que lo escucha. En la Biblia, Santiago 3, dice que la lengua es una chispa de fuego que puede dejar un bosque en cenizas totalmente y por eso mismo en lo personal cuando en conversaciones en cualquier parte alguien empieza a hablar de otra persona o de una determinada circunstancia usando calificativos que no son agradables les corto la conversación porque el chisme se acaba dónde uno lo detiene y todos aquellos que gozan de él no son más que bicheros. 

Ese bichero o bichera de la que hablo puede acabar con la amistad del que siempre estuvo a tu lado en todo momento, es quien hizo de una mentira una verdad creída que igual puede acabó con un matrimonio, con una empresa o hasta con un país porque el chisme es como una bola de nieve que empieza chiquita y en la medida que rueda se convierte en algo monstruosamente gigante. 

Un chisme no es solo un chisme, un chisme es un arma que se usa en forma de venganza cuando la devastación causada incita la revancha de quien siente trastocado su honor. Aquel sapo o sapa que quiere congraciarse con alguien para hacer daño a quien envidia o simplemente no quiere, por las razones que sea, debe estar claro o clara que el chisme tiene victimarios, pero puede igualmente convertir en víctimas a quien hace de chismoso. Cuando una persona ha sido herida por otra, la ofendida puede vengarse hablando de secretos que le habían sido contados o denigrando a esa persona, todo para sentirse bien con el hecho de hacer daño, lo cual es un error por supuesto, pero es lo que genera el desenfreno de una lengua serpentera y amariconada porque el chisme es sinónimo de cobardía y ya no digamos de hipocresía. 

Nuestras palabras tienen un enorme poder para el bien o el mal, así nuestras lenguas pueden matar o salvar vidas. Un testigo falso puede causar la muerte de un hombre inocente. Una voz de consuelo puede dar esperanza a una persona que se encuentre al borde del suicidio.

Pienso que la cristiandad puede desde los hogares, desde las familias, los colegios, las empresas y los gobiernos ser factores determinantes para apagar las llamas infernales del chisme y del rumor. Sobre este tema debemos tomar plena conciencia porque el chisme ha penetrado tanto nuestras sociedades que se volvió un negocio y sino veámoslo en los mismos medios de comunicación que hoy por hoy son la principal correa de transmisión del chisme. En las radios, periódicos, espacios digitales o la televisión no se hace periodismo, se hace chisme y es una industria dónde los que dicen transmitir noticias se meten hasta la intimidad de la alcoba de cualquier persona que se les ocurra y si esta es pública, por el solo “pecado” de serlo, entonces no solo pierde el derecho a su privacidad, sino que a nombre de la farándula y del entretenimiento o peor aún de la democracia, te destrozan porque eres mejor que ellos, porque creen que las mismas cosas pueden hacerse de una manera diferente o simplemente porque no piensan como ellos dicen que debe de ser y al final el chisme que es falta absoluta de respeto lo contamina todo. 

En nuestro país y fuera de él, hay nicaragüenses ignorantes, necios y acomplejados que viven del chisme, del rumor y de la especulación y lamentablemente hay incautos que creen la mentira chismosa de esas alimañas rastreras que demostraron lo capaces que son para hacer daño desde la condición de sicarios políticos que ostentan, y que aunque pocos, son de esos cobardes a los que no debemos poner atención porque niegan la condición de paz que de la nación percibe el pueblo y así se nos reconoce tanto que firmas antagónicas a la Nicaragua revolucionaria y sandinista que vivimos, como Gallup Internacional, nos ubican a la cabeza del mundo como la patria de paz que hemos logrado construir. 

El chismoso es un traidor que apuñala hogares, familias, amigos, empresas y naciones y eso me lleva a recordar al uruguayo Alfredo Zitarrosa, poeta, escritor, locutor y periodista que en la letra de aquel “Adagio por mi país”, cuando el suyo se desangraba por la injusticia que lo consumía bajo la bota de los gorilas militares que lo oprimían nos cantaba esta letra para la posteridad: 

En mi país, qué tristeza 

La pobreza y el rencor 

Dice mi padre que ya llegará 

Desde el fondo del tiempo otro tiempo 

Y me dice que el sol brillará 

Sobre un pueblo que él sueña 

Labrando su verde solar. 

En mi país, qué tristeza 

La pobreza y el rencor. 

Tú no pediste la guerra 

Madre tierra, yo lo sé. 

Dice mi padre que un solo traidor 

Puede con mil valientes 

Él siente que el pueblo en su inmenso dolor 

Hoy se niega a beber en la fuente 

Clara del honor. 

Tú no pediste la guerra 

Madre tierra, yo lo sé 

En mi país somos duros 

El futuro lo dirá. 

Canta mi pueblo una canción de paz. 

Detrás de cada puerta 

Está alerta mi pueblo 

Y ya nadie podrá 

Silenciar su canción 

Y mañana también cantará 

En mi país somos duros 

El futuro lo dirá 

En mi país, qué tibieza 

Cuando empieza a amanecer 

Dice mi pueblo que puede leer 

En su mano de obrero el destino 

Y que no hay adivino ni rey 

Que le pueda marcar el camino 

Que va a recorrer 

En mi país, qué tibieza 

Cuando empieza a amanecer 

En mi país somos miles y miles 

De lágrimas y de fusiles 

Un puño y un canto vibrante 

Una llama encendida, un gigante. 

Esta poesía hecha canto vivo del fallecido uruguayo Alfredo Zitarrosa en su más alta expresión de denuncia dice que un solo traidor puede con mil valientes y un chismoso es un delator y es un traidor capaz de asesinar vidas y reputaciones.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA. 

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