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  • 5 febrero, 2020

Detalles del momento: La no repetición


Por: Moisés Absalón Pastora.

Aquellas imágenes detestables y aborrecibles de ciudadanos que por ser sandinistas eran ofendidos con insultos irrepetibles, pintados de azul y blanco, soltados a correr al desnudo en medio de una lluvia de morteros sobre alguna calle céntrica en plaza pública, y que se originaron como parte de la pesadilla derivada de los eventos del 18 de abril de 2018, son para la mayoría de los nicaragüenses escenas traumáticas e imborrables que estarán en nuestra mente por el resto de los días que nos queden por este mundo.

Ya creí que el terrorismo oposicionista criollo había entendido la magnitud de la indignación nacional que su bestialidad criminal causó porque hablamos de algo que no solo fue un crimen de odio sino de un hecho inédito, que jamás se había dado en ninguna circunstancia de nuestros conflictos internos y que solo puede compararse con los del fascismo nazi.
Yo apostaba y debo reconocer que me equivoqué, que nunca más, después de que la amnistía perdonó a los terroristas que descarrilaron al país de lo bien que andaba, volvería a ver la escena de un nicaragüense, de un conciudadano que por ser sandinista lo pintaran y lo agredieran verbalmente hasta la humillación total solo porque a una imbécil, se le ocurrió que un carnet que portaba la víctima, del comisariato de la policía en Plaza el Sol, lo hacía policía y por tal debía ser maltratado por una turba que es solo valiente tras los portones de la Universidad Centroamericana, la misma que siendo privada recibe parte del 6% del presupuesto general de la república que a su vez se nutre de los impuestos que usted y yo pagamos de nuestra bolsa y eso creo que hay que revisarlo porque la U.C.A es una estafa que se redujo a un edificio vacío donde ya no existen universitarios, pues la gran mayoría de lo que dice enseñar lo hace vía “on line” y por añadidura es hoy por hoy un criadero de cuervos diabólicos que abre las puertas para que delincuentes que jamás han sido estudiantes lleguen a hacer periódicamente actos que la rectoría de ninguna universidad en el mundo permitiría ni avalaría.

Hipócritamente la rectoría de la Universidad Centroamericana, a cargo del jesuita José Alberto Idiáquez, que en la pantomima del primer intento del “Diálogo Nacional”, nacido muerto en el Seminario de Fátima, era parte y representante de la “Alianza Cínica”, sacó un comunicado haciendo un llamado a la tolerancia y el respeto a las ideas de los demás cuando la verdad es que él ha propiciado una y otra vez que delincuentes que se disfrazan de universitarios asuman actitudes violentas, irrespetuosas con la autoridad y además provocadoras de circunstancias que no han logrado, pero en las que insisten porque buscan un detonante para que la violencia haga su aparición.

Es fácil deducir que el odio cancerígeno y terminal que padecen las miserias humanas es producto de la frustración, de la incapacidad, de la desunión, de sus propias contradicciones y del propio reconocimiento del inmenso rechazo del pueblo nicaragüense, no a sus errores y desaciertos sino a la marcada estupidez e imbecilidad que les caracteriza porque quieren imponer y no convencer, quieren insultar no conversar, quieren agredir y no competir y nada de eso está en el radar de la paz.

Los que pintaron, humillaron e insultaron a un joven que en la U.C.A fue confundido con un policía, solo porque portaba un pase para comprar en el Comisariato de Plaza el Sol, ya están plenamente identificados y entre ellos un tipo que ya estuvo preso por delincuente, que fue amnistiado por terrorista y además una tipeja que con aliento de letrina repetía vulgaridades indecibles. Como siempre la brutalidad animal de estas “criaturas” los llevó a grabar en video la consumación del delito y son pruebas que claramente van a desdecir lo que los medios de desinformación, al servicio de la sedición, sostendrán para defender a quienes pueden ir a parar a la cárcel, siempre y cuando la víctima ponga ante la fiscalía la denuncia que corresponde.

Esta gentuza tiene que entender que el ser mansos no tiene nada que ver con ser mensos; que el que odien a Daniel Ortega porque este está más fresco que una lechuga y en las preferencias de todos los nicaragüenses, no por lo que es sino por lo que ha hecho, no les confiere ni derecho ni razón para extender ese mismo odio contra la Nicaragua a la que ofenden y ultrajan todos los días con sus brutalidades.
Aquí hemos hablado de tolerancia, hemos puesto una y otra vez la mejía, nuestras rogativas han sido siempre por la paz, nuestros llamados han sido reflexivos, a pesar del cinismo de quienes destruyeron al país, nuestra mirada desde el presente ha sido hacia adelante, a pesar de las piedras en el camino no vimos hacia atrás para no convertirnos en estatuas de sal, a las calumnias, difamaciones y canalladas, salidas incluso de algunos obispos y sacerdotes, nuestra respuesta ha sido la de seguir construyendo, la de privilegiar, en medio de las limitaciones presupuestarias, la seguridad social del país y todo eso nos está dando un resultado tan evidente y palpable que los enemigos de Nicaragua se revuelcan de rabia, echan espuma por la boca, sus propias maldiciones los poseen y como nada les sale bien entonces quieren probar si nuestra tolerancia, la de aquellos nicaragüenses que aborrecemos al terrorismo, llega al extremo de dejarnos matar por quienes son el origen del mal causado, por quienes creen que la democracia es que se les permita destruir el país solo para hacerse de un poder que quiere ver a Nicaragua como una estrella colgada en la bandera del Tío Sam.

Esta gente de la que hablo y que se burla del inmenso espíritu de tolerancia que tenemos los que sí amamos a este país con la mirada puesta en un futuro que sea de todos y para todos, sin distingo de colores políticos o ideológicos, se pierde en el teatro absurdo de una brutalidad que es única, que no tienen competencia histórica, que rebasa todos los límites de la estupidez y que vale para ser estudiada como la evidencia más palpable de la degradación humana.

Nunca nadie les dijo que no tenían derecho a protestar o a ser opositores, porque de siempre lo hicieron y lo fueron, pero de eso a convertirse en la mano criminal que destruye hospitales, saquea centros comerciales, se roba la medicina de los enfermos o la merienda escolar de los niños y niñas que reciben la educación gratuita es otra cosa.

Que sean enemigos del gobierno y odien a Daniel Ortega porque cívica y electoralmente no puedan contra él es una cosa, pero otra es que por eso cierren las calles, me nieguen el derecho constitucional que tengo a circular por donde se me pegue la gana y que por lo mismo se les ocurra hacer de las universidades cuarteles terroristas desde donde torturaron y coordinaron el asesinato masivo contra militantes, simpatizantes o aliados sandinistas como si estar del lado correcto de la historia fuera un pecado o la asonada destructiva del país para quemar instituciones estatales y privadas que dejaron a cienes de miles en el desempleo y todo para que algunos supuestos empresarios en el COSEP, todos hipócritas, digan que están preocupados por lo que ellos causaron siendo los responsables directos de la economía que tenemos lo que por supuesto solo ha sido bendecido por aquellos que llegaron a decir que la idea de los tranques había sido una “extraordinaria y genial idea”.

Estos salvajes que quieren seguir en las mismas y que no entienden lo de la ¡NO REPETICIÓN! creen tener el derecho a destruir el país, pero mientras ellos lo creen, nosotros, la mayoría en este país tenemos la certeza, convicción y seguridad de asumir nuestra propia defensa porque después de las amenazas que hemos recibido a mí en lo personal me queda muy claro decirles que si me buscan me encuentran.
Esa miseria humana que se pinta de valiente, pero que con cualquier mirada que le hacen se deshidrata aterrorizada en sus propias heces fecales imagina absurdamente que nuestro silencio y tolerancia es una muestra de miedo y debilidad y no pasa por su ahuecada cabeza la inmensa magnanimidad que caracteriza a los que somos parte de esta gigantesca propuesta social y menos aún del por qué la sabiduría es la particularidad que acompaña a la mayoría de este país para no arriesgar un proyecto que desde el 2007 se convirtió en una realidad que hoy abraza una Nicaragua que resurge como el Ave Fénix después de haber sido arrasada por esos que siguen en las mismas sin entender aquella máxima de que cada quien cosecha lo que siembra y que, quien a hierro mata a hierro muere.

DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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