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  • 3 febrero, 2020

En Nicaragua, con el viejo que tallaba la montaña…


La revista francesa GEO publicó recientemente un artículo sobre las obras del escultor de la Finca de Jacalate, Alberto Gutiérrez que compartimos a continuación.

A la edad de 78 años, Alberto Gutiérrez sigue persiguiendo su sueño de infancia tallando figuras sobre la roca de una cordillera perdida en Nicaragua. Viviendo como ermitaño a más de 1.000 metros de altura, al final de un camino pedregoso en el departamento de Estelí (noroeste de Nicaragua), este campesino analfabeto lleva más de 40 años tallando indios, figuras heroicas de la historia de su país, animales y símbolos religiosos, utilizando simples clavos y una piedra como cincel y mazo.

Asegura que su vocación nació de un sueño que tuvo de niño, y que sólo pudo empezar a realizarlo en la roca de la Montaña de Jacalate después de cumplir 34 años.

Un artista inusual que vive como un ermitaño “Al darme este regalo, Dios me hizo muy feliz”, dijo el inusual artista a la AFP. El hombre esbelto, con ojos claros coronados por cejas gruesas y cabello de estopa blanco, abre el camino para los visitantes en el estrecho sendero que lleva de su cabaña a la obra en perpetua construcción unos metros más arriba.

Para permitir a los turistas admirar su trabajo, Don Alberto construyó un mirador con palos de bambú tomados de la selva tropical circundante.

Sin el sueño, no habría sido capaz de hacer estas maravillas”, dice, posando para el fotógrafo frente a un elefante esculpido en la ladera de una montaña.

Aislado del mundo

“Aquí es un mono escalando un volcán, y allí es el cacique de Diriangén” que luchó contra el colonizador español, añade, señalando algunas de sus obras.

El famoso poeta nicaragüense Rubén Darío no podía faltar en la heterogénea galería de retratos esculpidos, desde Cristo hasta el héroe nacional Augusto César Sandino y Rafaela Herrera que lucharon contra los filibusteros estadounidenses, los faraones y un fantástico bestiario de animales extintos.

El septuagenario también ha sacado de la montaña escenas que dice haber visto en sus sueños, como el niño Jesús montado en una paloma, un soldado revolucionario, o el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. “Con tres clavos y mi martillo de piedra, hago mi trabajo y seguiré hasta que me muera”, dice don Alberto.

Desde su refugio, el apodado “el ermitaño” vio pasar los años 70, cuando los guerrilleros sandinistas que luchaban contra la dictadura de Somoza andaban por la montaña y le preguntaban qué estaba haciendo allí: “Les dije que estaba haciendo mis imágenes”, explica simplemente.

Nunca sin su radio Alberto Gutiérrez comparte con sus hermanos una pequeña granja, sin electricidad y sin acceso a la televisión, internet o incluso a la red telefónica. Sus únicos vínculos con el mundo exterior son la radio y las conversaciones que mantiene con los turistas que vienen a admirar sus obras, así como con los comerciantes de los pueblos vecinos donde hace sus compras.

“Me han invitado a China, Cuba y Nueva York, pero no quise ir porque creo que no tengo suficientes conocimientos”, dice este pobre hombre como Job, que siempre ha permanecido soltero.

Nunca ha ido a la escuela, pero puede escribir su nombre y algunas palabras. Conoce la historia de su país, recita de memoria los versos de su composición y tiene una excelente memoria.

Un “escultor nato”

Recientemente, comenzó a dibujar con grandes rotuladores sobre troncos de árboles y luego los colorea con pinturas de construcción, con la esperanza de vender estas obras a sus visitantes de todo el mundo. “Hay gente que viene de Siria, Alaska, Belice, Cuba…”, enumera Don Alberto sin dejar su eterno cigarrillo. A todos les desea “¡Paz, Amor y Felicidad!

“¡Es extraordinario! Podemos ver que se trata de una obra que requiere mucho trabajo, y muchos años”, exclamó Luis Chavarría, un nicaragüense que visitaba este remoto rincón. En el libro de visitas del artista, otro turista saluda a “un escultor nato que ha dejado su huella de amor y esfuerzo” en las montañas.

Una obra que Alberto Gutiérrez espera que las nuevas generaciones cuiden y que “planten muchos árboles para proteger a Nicaragua”.

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