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  • 14 mayo, 2020

La naturaleza reactiva


Moisés Absalón Pastora | 13/05/2020

La naturaleza está reaccionando contra la especie humana con todo su furor. No podemos resistirnos a tan palpable realidad y menos ahora que vivimos en carne propia una pandemia de un tamaño tan grande que logró deprimir al mundo y el que trate de decir lo contrario simplemente está loco o es marciano porque las generaciones de los últimos cien u ochenta años no habíamos conocido algo tan serio como esto.

Los fenómenos que azotan son tantos y con características tan diversas que debe ponernos a pensar sobre lo que hicimos, sobre que seguimos haciendo y sobre lo que a partir del COVID-19 no podemos volver a hacer porque estamos exponiendo nuestra especie a la extinción y lo estamos haciendo de una manera tal que no han faltado las opiniones chocantes hasta de un político norteamericano que llegó a sugerir que los abuelos debían disponerse a sacrificarse por sus nietos.

No lo queremos aceptar porque somos demasiado engreídos y atorrantes, pero el mayor tiempo de nuestra vida nos la hemos pasado actuamos contra el mundo y así nos hemos convertido en conspiradores contra el hogar planetario que el Creador nos dio para habitar. Los terrícolas, nos llaman también homosapien, somos en realidad la especie más salvaje y cavernaria de esto que equivocadamente hemos llamado civilización porque la verdad es que la civilización auténtica está en la selva, en la montaña, en los bosques donde habitan los animales, los que verdaderamente son más sabios que nosotros y que sinceramente respetan la naturaleza porque habitan de ella y porque viven en ella no la destruyen.

Hemos perdido de vista la conducta correcta y que solo somos transeúntes y jamás dueños del mundo. No queremos identificar el origen del desorden, el caos, el crimen, la falsedad, la aberración y la violencia que prevalecen hoy en el mundo. Esos efectos devastadores, que son la causa del mal causado, están en la conducta de la gente que es opuesta a la dignidad de la naturaleza del hombre.

La educación que hemos recibido y seguimos recibiendo más allá de las aulas escolares y universitarias lamentablemente no está relacionada con los valores humanos y por eso todo lo que nos concierne, tanto en la esfera de la política, la conducta social, la actividad económica, la búsqueda espiritual y la responsabilidad con la naturaleza, son cosas que en nuestra “cultura” tienen un espacio muy reducido y en consecuencia en nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu porque y tristemente será siempre un problema en tanto no hagamos cambios en las acciones y conductas de nuestra manera de vivir.

Los hombres hemos cambiado al mundo. Nos hemos olvidado de quien lo hizo para nosotros y en nombre de la modernidad y la tecnología hacemos cosas divorciadas con el sentido común como si El Creador no nos observara. Dios está presente en nosotros y mira con miles de ojos todo lo que hacemos. Por eso cuando sucede cada cosa en el planeta; terremotos, tsunamis, huracanes, tornados, erupciones, grandes heladas, calores infernales, inundaciones, quemas de bosques, sequias, crisis económica, actos terroristas como los que vivimos aquí hace dos años y la pandemia del COVID-19 etcétera, lo que realmente está pasando es el anuncio de nuestro destino final como producto de lo que nuestra propia mano ha hecho en línea de acción con la perversión de la mente humana.

Hemos cubierto nuestra mente con un manto de ignorancia, hemos tapado nuestros ojos con el egoísmo y cerrado el corazón con el orgullo. Despreciamos la decencia y no nos queremos dar cuenta que la vida y todo aquello que tanto decimos cuidar puede irse de un momento para otro. Estamos sumergidos en la brutalidad de la ignorancia, malgastando la vida en la búsqueda de cosas transitorias y guardando silencio ante tanta inmoralidad.

El mundo está padeciendo innumerables problemas porque la gente no pone límites a sus deseos. Las guerras, los conflictos ideológicos, las distancias entre las naciones ricas y las naciones pobres, la demencia por el poder por el poder mismo, la sed de figuración, el terrorismo, las dictaduras, la depravación en algunos religiosos, el lesbianismo y el homosexualismo, los crímenes atroces, el incesto, la pedofilia, la infidelidad, la traición, el narcotráfico, la prepotencia, el fraude y la corrupción son elementos que en su conjunto han hecho desaparecer los valores morales y lo peor es que hay quienes los patrocinan y los promueven.

Hay quienes matan en nombre de Dios y dicen que sus guerras son santas. Hay profesionales de la fe que desde sus sotanas proclaman el odio y que cambiaron el evangelio por la politiquería. Van contra la naturaleza y las leyes del Creador y de la misma manera gobiernos que se prestan para realizar matrimonios, supuestamente legales, entre homosexuales o entre lesbianas. Ahora los “predicadores” de la modernidad nos ven como trogloditas porque hay quienes rechazamos la idea de que nuestros menores realicen el sexo en las etapas tiernas de su vida. Por negarnos a darles permiso para ir a una fiesta para que regresen “temprano” a las cuatro de la mañana. Es decir, vivimos al revés. Dañamos lo que debemos amar. Traicionamos lo que más nos vale y después pretendemos sorprendernos por lo que nos pasa.

La humanidad va en retroceso porque hay quienes te hablan de paz con el garrote en la mano. Se dicen honorables, decentes y honrados, pero te quitan el calcetín sin quitarte el zapato. Por eso el mundo está padeciendo innumerables problemas porque la gente no pone límites a sus deseos y no entiende que, aunque se aspire a la riqueza, uno debe procurar sólo lo que le corresponde, pero desgraciadamente somos depredadores de nuestra propia especie y lamentablemente no estamos haciendo nada por cambiar nuestras actitudes.

No pocas personas que ya no se extrañan de tantos inverosímiles en el mundo concluyen que el mundo ha dado un mensaje a la humanidad con esto del COVID-19 porque ya no nos aguantaba, requería aislar en una cuarentena a sus depredadores para poder respirar porque ni no lo han notado los niveles de contaminación atmosférica bajaron desde que las industrias cerraron; uno de los enormes huecos que tenía la capa de ozono cerró porque la contaminación ambiental es menor; los océanos, los ríos y lagunas tienen aguas más cristalinas y lo más importante la pandemia nos está enseñando que somos sumamente vulnerables, que en estos casos no valen los imperios económicos sino el alto interés social por dar salud gratuita a la humanidad y no ver en la medicina ni en los hospitales oportunidades de negocios a costo de las vidas de las y personas y otra cosa no menos importante, que debemos ser aseados, que no tiremos basura por donde se nos antoje, que elementalmente nos lavemos las manos, que mantengamos limpio todo espacio que habitemos y ocupemos y lo más fundamental que amemos a los seres que tenemos cerca porque un día, sin sospecharlo, pueden iniciar el viaje sin retorno y no seremos capaces de evitarlo.

Meditemos bien sobre todo esto pensemos qué haremos cuando no tengamos a esta Nicaragua, qué haremos cuando no tengamos patria. Para entonces estaremos prefiriendo morir porque la purga de nuestros errores, el dolor de los que aun puedan ser purificados, será tan terrible como los daños que nuestra mano ha causado a la naturaleza y a nuestra propia humanidad a la que hemos visto como cualquier cosa.

En lo que respecta propiamente a los nicaragüenses hay entre nosotros gente realmente malvada que nos quiere conducir a la destrucción del país porque esas son las órdenes que reciben de quienes les pagan. En ellos no hay valores, no hay principios, no hay decencia. La ley la tienen para violarla y mientras tanto los canales de televisión transmiten abiertamente pornografía sin control para los hijos; Noticias rojas todos los días donde la muerte te cobra la vida por un pinche trago de guaro; Pleitos de cuartería donde las familias se sacan las tripas o simplemente llaman a la sedición porque se creen intocables.

La vulgaridad ahora es tan frecuente que los mismos periodistas o presentadores de programas las usan como si estuviesen hablando con un pandillero fuera de micrófono.

Ojalá que, en nuestro medio, donde abunda cada ignorante que cree que en la televisión o la radio se puede decir todo tipo de cochinada, de palabrotas y hasta de obscenidades, comprenda que el sentido común es decente, que aún existe y que te pasa facturas tarde o temprano, porque ese sentido común del que hablo no gusta ni de odios ni de violencia y hoy se expresa abiertamente contra aquellos que después de todo lo hecho insisten en desbaratar el país.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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