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  • 2 marzo, 2020

OEA: Zoocriadero de Golpes de Estados


La OEA de nuevo se decantaba en un sonoro y decidido respaldo a la codicia.

I

Esto no es un asunto de izquierda o de derecha. Es cuestión de elemental decencia:

Evo Morales ganó y no fue por fraude.

El líder aymara no necesitaba ese pecado que cometido por la casta es una “virtud” bendecida hasta por religiosos que “medran falsificando la Palabra de Dios”, diría San Pablo a los Corintios.

En las últimas elecciones alcanzó el porcentaje que le habilitaba un nuevo periodo presidencial en Bolivia.

Expertos académicos de Estados Unidos, no del Foro de Sao Pablo, demostraron el año pasado cómo la oposición fraudulenta, aparte de no aceptar los resultados transparentes, retrogradó al país sudamericano a la triste época cuando los gorilas castrenses y las civiles serpientes se hacían con el poder a costa de sangre, corrupción y violación de los derechos humanos.

Tales investigadores constataron que la Organización de Estados Americanos se apresuró a llamar a nuevas elecciones cuando ni siquiera pudo verificar las acusaciones contra el tribunal electoral y, por el contrario, al unísono con los golpistas, impidió la decisión del soberano.

La poderosa fábrica internacional de patrañas, a la que el destacado jurista de España, Baltasar Garzón, denomina “la prensa sesgada”, resolvió que ahora esa nación alcanzó “su pacificación social”. ¿Cómo? El letrado responde: “pretendiendo atacar al presidente Evo Morales a quien presentan como un tirano, causante de todos los males de Bolivia”.

La OEA de nuevo se decantaba en un sonoro y decidido respaldo a la codicia organizada de América Latina. Lanzar por la borda las mejores aunque escasas páginas del organismo, para ejecutar un perverso remake de la Guerra Fría, parece ser el triste oficio de su actual Secretario General, Luis Almagro.

Es obvio que si una ola de decoro panamericano soplara en estos tiempos, los días de Almagro, como instrumento del desprestigio hemisférico de la Organización, estarían contados. Esto tampoco es una cuestión ideológica, que si la izquierda o la derecha tienen o no la razón.

Es de orden moral.

Todo el mundo puede contar con sus propias ideas políticas, pero eso no le otorga a nadie el derecho de retorcer los hechos y sustituir las evidencias y los datos con la balumba de calumnias y falacias de ultraconservadores que como Mario Vargas Llosa tratan de aplastar la verdad.

Sí, el escritor peruano no soporta la realidad, más cuando esta favorece a gente que como Evo no pertenecen a la blanca alcurnia de Miraflores o Santa Cruz: “…el pueblo boliviano se levantó contra su tiranía en razón del fraude electoral que se disponía a perpetrar, como lo ha dicho, en un memorable discurso, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, el primer dirigente de la Organización de Estados Americanos que, en su larga historia, se preocupa decisivamente por impulsar la democracia en América Latina”.

“Memorable”. Don Mario seguramente se refiere a la fabricación del Virreinato de Guaidolandia –del cual el primer “prócer” guaidolandés sería su admirado Almagro– para demoler América Latina y El Caribe.

Ungir golpes de Estado, desestabilizar naciones, glorificar a individuos que atropellan la Democracia en América; alentar, en vez de impedir, el asesinato de la reputación, plegándose a la derecha más rancia, no es la labor de la OEA ni de quienes jamás deportarían al museo del olvido a George Washington, Abraham Lincoln, Miguel Hidalgo, José Martí, Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander o Augusto César Sandino.

Ya se ha vuelto una malhadada tradición que Almagro arme “misiones electorales” o de “derechos humanos” con el fin expreso de justificar “protestas pacíficas” armadas contra gobiernos legítimos. ¿El delito? Los vastos programas socioeconómicos y el desarrollo que dotan de vida nacional a la ficción jurídica denominada “Democracia”, incomodan a las pinches élites conservadoras.

Almagro y todo su aparato se han dedicado minuciosamente a colocar sus piezas predilectas en el tablero internacional para reinstalar en el poder a lo más atrasado de las sociedades latinoamericanas.

Y es que a la burocracia oeísta antiamericana nada le ha importado el voto ciudadano.

Nada le ha importado envilecer a sus dos instancias llamadas “Misiones de Observación Electoral” y “Corte Interamericana de Derechos Humanos” que descaradamente redactan sus “informes” a partir de las fake news y las agendas extremistas rubricadas por siglas vacías de humanidad y oenegés adyacentes.

Ambas están hechas a la medida del deleite y disfrute de politiqueros viciados que, hablando “en nombre de la patria”,  esperan “su” banda presidencial importada.

II

El reconocido exjuez español, Baltazar Garzón, escribió en diciembre: “Lo que está ocurriendo ahora en Bolivia no es ejemplo de una solución a una crisis constitucional, sino una perversión misma de la democracia, de sus normas, principios y valores fundamentales.

“Ya no hace falta, como antaño, dar golpes de Estado con tanques y aviones que bombardean el palacio de gobierno. Ahora basta con sembrar la duda respecto del recuento rápido (preliminar) de votos en unas elecciones, regar de incertidumbre su resultado con interpretaciones parciales que no se basan en hechos contrastados, para generar un estallido social”. 

El jurisconsulto subrayó: “Ya son dos informes internacionales los que aseguran que en Bolivia no hubo fraude electoral. Uno es del profesor del Departamento de Ciencias Políticas y del Departamento de Estadísticas de la Universidad de Michigan, Walter Mebane . El otro es del Center for Economic and Policy Research (CEPR ). Ambos informes contrastan con la actitud precipitada y poco fundamentada del informe preliminar de los observadores de la OEA , que en todo caso sospecha del sistema de conteo rápido, pero no del recuento oficial efectuado por el Tribunal Supremo Electoral”.

Ahora suman tres informes, doctor Garzón, y no son elaborados por Cuba: todos son de Estados Unidos.

Esto comprueba que no hay tal “conspiración” de la izquierda o de los movimientos populares contra las libertades, ni “amenaza a la seguridad nacional” de ningún país. Es al contrario. La hiperderecha constituye un serio peligro para la Democracia.

El Washington Post acaba de denunciar que en Bolivia nunca hubo fraude, tal y como la OEA proclamó en contra de la decisión ciudadana.

Con la “Operación Gorila: Barrientos-Banzer-Ovando-Natusch-García Meza”, comandada por Almagro, quedó muy claro que la OEA, por si acaso cabía alguna duda, no es el organismo más calificado, ni moral ni jurídicamente, para andar juzgando procesos electorales en América e imponiendo dictatorialmente –por encima de las democracias locales, los votos, los tribunales electorales y las soberanías nacionales– sus alquiladas resoluciones.

De acuerdo a un despacho de Notimex, con la investigación de John Curiel y Jack Williams, se descartó el  fraude en las elecciones presidenciales de octubre de 2019 en Bolivia.

Ninguno es “comunista”. Curiel es científico investigador del Laboratorio de Ciencia y Datos Electorales del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MTI), Estados Unidos, y doctor en ciencias políticas de la Universidad de Carolina del Norte en la Chapel Hill. Williams es investigador del mismo.

“Nuestros resultados fueron directos. No parece haber una diferencia estadísticamente significativa en el margen antes y después de la suspensión de la votación preliminar.

“En cambio, es muy probable que Morales haya superado el margen de 10 puntos porcentuales en la primera ronda”, sostienen los investigadores.

En relación al anómalo actuar de la OEA, la investigación destacó que asumió una postura sobre el escrutinio primario que no estaba basado en los hechos. Además no tomó en cuenta muchos factores.

¿Uno de ellos?  “Hay razones para creer que las preferencias y los informes de los votantes pueden variar con el tiempo: por ejemplo, las personas que trabajan votan más tarde”.

Asimismo, aseguran que la brecha en infraestructura e ingresos aún es muy grave entre las zonas urbanas y rurales, lo que sería la explicación a los cambios en los registros de la votación de octubre.

III

La escritora Almudena Grandes recién diagnosticó un mal de España, pero que en América es un cuadro clínico del tamaño del continente, y de cuidados intensivos en países como Nicaragua:

“El problema más grande de España” surge cuando “la derecha pierde el poder y se comporta como si se lo hubiesen robado”.

Sí. A rajatabla lo denuncia la novelista, como se lee en ABC Cultural.

Cambien el nombre de España y pongan el de Nicaragua o Bolivia, y la sintomatología es la misma, aunque con algunos “líderes” de papel periódico o televisivos el caso se agrava más: el de la prosapia –y su derecha comadrona– que se cree la única capaz de parir presidentes y magistrados.

Almudena lo expone así: “Es un problema, porque tienen la sensación de que España es suya porque la han heredado y los que tienen derecho a gobernar son ellos: si no lo solucionamos pronto, vamos a comprometer el futuro de este país”.

Devolver un país al antro de la élite que fue es un acto ya de por sí abominable, y peor si se trata del Estado al que no solo le negaron una salida al mar, sino al concierto de naciones.

Almagro cometió así una infamia mayor en América.

Conociendo los escritos de su compatriota Eduardo Galeano sobre la historia del calvario boliviano, al acabar de ultimar la Democracia en octubre de 2019 perpetuó lo mismo que la reina Victoria perpetró desde Londres.

Él, con su alevosa “Misión de Observación Electoral” del siglo XXI para anular la soberanía del Estado Plurinacional. Ella, con su tiza imperial del siglo XIX para tachar en el Mapamundi al pueblo de Túpac Katari con una frase de perdurables secuelas:  

“Bolivia no existe”.

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