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  • 7 febrero, 2022

Detalles del momento: cínicos


Por: Moisés Absalón Pastora.

Haber sido capaces de combatir con la fuerza de la razón el origen de todo aquello que la infamia nos impuso en el 2018 es el resultado de la Nicaragua que tenemos hoy. Nos hemos recuperado del devastador efecto que nos ocasionó el odio económicamente, sí, pero jamás recuperaremos lo que trágicamente perdimos y eso es tan visible como un tatuaje, como un fierro incandescente estampado en nuestra memoria que se activa cada vez que aparece el elemento cínico en escena de aquellos eventos de sangre, de fuego, destrucción, tortura y muerte.

Cuando yo traigo estos temas de análisis y una y otra vez los vuelvo a poner sobre la mesa es porque esos tristes eventos que se quisieron perdonar, cuando se concedió una amplia amnistía a una parte de la delincuencia que los ejecutó, no es posible olvidarlos porque siempre aparecen aquellos que nos los refrescan.

Realizado el estudio, procesado el diagnóstico y establecidas las consecuencias para contrastar las cifras extremadamente rojas de aquella barbarie con la Nicaragua de hoy, nos hace concluir, que uno no tiene más que reconocer la inmensa sabiduría que se tuvo para volver a renacer, como muchas veces lo hemos hecho, para resurgir como el Ave fénix desde las cenizas, otra vez hacia la vida porque la bestialidad nos dejó en el fondo, porque esta en tres meses destruyó lo que en doce años, con el esfuerzo comprometido de sus mejores hijos había alcanzado.

En el 2018 estábamos como la tercera economía de más crecimiento en américa latina, haber llevado a Nicaragua a ese nivel tomó once años, pero volar en mil pedazos ese esfuerzo a la estupidez solo le tomó tres meses y continuaron haciéndolo porque se impuso aquello de que “todo tiene su límite” cuando vino la reacción de la vida contra la muerte y las así las cosas comenzaron a ponerse en su lugar limpiando los escombros humeantes y ensangrentados que había dejado el terrorismo del que fueron actores protagonistas algunos obispos y sacerdotes.

Hay una tal Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Managua que muy seguidamente saca comunicados donde la predica evangélica es lo menos y la perorata política es lo mucho. Al frente de esta llamada Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Managua está Carlos Avilez, un terrorista escondido tras el disfraz de Monseñor al que personalmente conocí en el fracasado “Diálogo” del Seminario de Fátima, donde como otros sotanudos pretendió jugar a mediador desde la mesa electoral que coordinaba y que fue la primera en levantarse y fracasar en el objetivo de hacer rendir y capitular a la representación de quienes queríamos la paz para Nicaragua, pero desde el celoso respeto a la constitución de la república. A Monseñor Carlos Avilez, que tiene en su rostro tan marcado el odio que es más fácil sacarle una sonrisa a un erizo, lo recuerdo como un descarado terrorista que sin empacho empujaba a que la representación del gobierno y sus invitados le sirviéramos a ellos y a sus engendros la mesa servida para consumar aquel fallido golpe de estado que pretendía poner a gobernar tras bambalinas a los que matan con la cruz en la mano.

Debo decir y reconocer que hace un tiempo atrás, dado que mis padres sin consultarme me impusieron ser católico, tenía mucho cuidado porque me causaba conflicto de conciencia, el solo pensar en la existencia de una micro partícula que manchara la inmaculada imagen divina de los sacerdotes y peor aun de los monseñores, de los cardenales o de los Papas. No lo miraba de otra forma porque me quedé en el recitar de la palabra, en la limpieza y solemnidad de las sotanas, en el oropel del cáliz, en el señorío solemne de la misa, en el ritual sacrosanto y en la inmodestia ostentosa del arte en esos templos donde llegan generalmente los olorosos y bien vestidos a ofrendar y diezmar para comprar el perdón que no merecen ni ellos ni esos “profesionales” de la fe católica.

Yo miraba desde afuera de la iglesia, pero como millones y millones comenzamos a ver desde adentro cuando la historia antigua de la iglesia católica se fue descubriendo a través del conocimiento digital, pero más que eso desde su verdadera carne donde habita una bacteria que poco a poco consume a una religión que te condena y no te salva.

Qué sabio aquel refrán popular que reza “Zapatero a su Zapato” porque te dice claramente que cada quien debería opinar solamente sobre aquello que sabe y abstenerse de manifestarse en aquellos asuntos que no le incumben o no entiende. La expresión popular “zapatero, a tus zapatos” gira en torno a la idea de la intromisión y se le dice a la persona que busca inmiscuirse en cuestiones ajenas. Es una forma de recordar a alguien que no meta sus narices donde no debe. Es una advertencia para que tengamos en cuenta que solo debemos opinar y ocuparnos de lo que sabemos y entendemos. Pero en el caso de estos curas, sacerdotes, monseñores y cardenales, la cosa es peor, porque por ignorancia pueden no entender eso de zapatero a su zapato, pero en el caso del grotesco de Carlos Avilez, vean la amargura estampada en su rostro, del borracho y desbandado de Edwin Roman, del prófugo de Silvio Báez, que es autor principal del daño causado al país, del asesino de Erwin Padilla en Masaya, del millonario de Abelardo Mata, que si mata, del politiquero de Rolando Álvarez o del matalascallando de Polo Brenes, más que ignorancia hay cinismo.

Cinismo es sinónimo de desvergüenza, descaro o insolencia. El cínico desprecia la convivencia social y concese únicamente privilegios a la fama, al poder y la riqueza y su descaro es tal que aquellos que son cínicos con una sotana encima han hecho de la desviación moral y espiritual de cada uno de ellos un dogma, que por supuesto, desde su arcaico interés, está incluso más allá de la verdad.

A mí me indignó muchísimo leer ese último comunicado de la Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Managua manifestándose ofendida por “los graves problemas económicos y sociales que viven los nicaragüenses” debido dicen, “a la inflación descontrolada la canasta básica para una familia no se logra cubrir con el salario mínimo promedio de una pareja”.

Hay algunos, los cabecillas del fracasado golpe de estado, que ya están siendo condenados y hay otros que fueron los jefes de ese fallido golpe de estado que están libres, pero que como causa del mal causado también deberían vestir trajes azules y no sotanas porque son los verdaderos culpables.

Individuos claramente evidenciados en el clero católico, que actuaron como capos y otros como lugar tenientes de los eventos trágicos, sangrientos y dolorosos del 2018, son los que cínicamente se nos quieren venir a pintar como palomas blancas muy preocupadas por la inflación, por la carestía de la vida, por el desempleo, por la migración y por todo lo que consideran es el desbalance social que ellos y solamente ellos generaron cuando se pusieron no solo al frente de aquel crimen, sino que crearon aquellos tranques de la muerte a los que el cabo Silvio Báez llegó a considerar una “genial y maravillosa” idea cuando refería al cómo se había concebido lo que en su momento fue la “Alianza Cínica”, que conformaban un grupo de mal nacidos en Nicaragua a los que debemos agradecer habernos unido en un solo frente de defensa de nuestra seguridad, estabilidad, orden, paz, ley, justicia y democracia que ahora sí respiramos plenamente.

¿No cree usted amigo que el sentido común debería imponerse entre esos sotanudos que se les imaginó creer que nos engañan llenándose la boca para hablarnos de Dios?

¿No cree usted amigo que estos individuos, tan comunes y corrientes como cualquier otro, deberían ser llamados a ubicarse dentro de lo que dicen ser para que en vez de odio comiencen a hablar de paz o de vida?

Francamente el cinismo de estos sotanudos debería ocupar un primerísimo lugar en la agenda del Nuncio Apostólico en Nicaragua porque aunque no lo queramos y a sabiendas que no todos los sacerdotes vomitan sangre y odio desde los púlpitos, desgraciadamente aquellos de “justos por pecadores” está arrasando con la imagen de lo poco o nada que de la iglesia católica queda en Nicaragua y sino vea usted esos templos fríos y vacíos, vea usted esas procesiones ausentes de feligreses, vea usted la ligereza con que se trata a sus religiosos y todo porque se les perdió el respeto y es así porque algunos persisten en consagrarse como políticos y eso no está mal, pero siempre y cuando se quiten la sotana y bajen a la llanura para ver qué tanta gente necesita de ellos, porque hasta ahora no han hecho otra cosa más que vivir de las necesidades de los que no tienen.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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