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  • 10 marzo, 2023

“Ya no peleamos por espacio”: Mujeres en el poder en Nicaragua


Por Becca Renk

(Becca Renk es originaria de los EE. UU., pero ha vivido y trabajado en Nicaragua desde 2001 con la Comunidad Casa Jubileo y su proyecto Centro para el Desarrollo en Centroamérica.)

“Las mujeres ya no peleamos por espacio”, declara la Diputada de la Asamblea Nacional de Nicaragua Flor Avellán. “Ahora tenemos ese espacio y nos empoderamos cada día”.

En los últimos años, Nicaragua ha emergido como el país con mayor igualdad de género en América Latina y actualmente es el número siete a nivel mundial, según el Informe del Foro Económico Mundial (FEM) sobre la Brecha Global de Género 2022.

Nicaragua ha logrado crear un gobierno históricamente igualitario, ocupando el puesto número cinco del mundo en empoderamiento político de las mujeres. El país también se destaca por el hecho de que las mujeres en posiciones de poder son en su mayoría trabajadoras y campesinas, muchas de las cuales son indígenas y afrodescendientes.

El mandato 50-50

“En otro gobierno, en otro tiempo, eso era imposible”, dice Avellán, una vendedora ambulante que trabaja en un semáforo de Managua. También es miembro del sindicato de trabajadores por cuenta propia, dirigente de la Secretaría de la Mujer de la central sindical y diputada en la Asamblea Nacional.

“Estaba ahí [en el semáforo pensando] esa era mi vida, hasta ahí llegaba”, dice Avellán. Luego, en el Día Internacional de la Mujer en 2012, Nicaragua aprobó una ley que mandata el 50% de los cargos electivos deben ser ocupados por mujeres. Desde entonces, la mitad de todas las candidaturas deben ser ocupadas por mujeres – si el alcalde es un hombre, la vicealcalde debe ser una mujer y así sucesivamente, hasta los cargos de presidente y vicepresidente.

Este mandato de paridad de género ha tenido el efecto previsto en todos los ámbitos.

Hoy, las mujeres representan más del 50% del Poder Judicial, el Ejecutivo de Gobierno, la Asamblea Nacional, Alcaldes, Vicealcaldes y Consejos Municipales. Ocupan muchos de los más importantes cargos incluyendo el de vicepresidenta del país, presidenta de la Corte Suprema de Justicia, presidenta del Consejo Supremo Electoral, Fiscal General, Ministra de Defensa y Ministra de Gobernación. Más de la mitad de los integrantes de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional y del Banco Central son mujeres

También se destaca la participación de mujeres indígenas y afrodescendientes en todos los niveles de gobierno; nacional, regional y local, incluido el hecho que actualmente los dos Gobiernos Regionales Autónomos están dirigidos por mujeres indígenas: una mujer Miskita en la Costa Caribe Norte y una mujer Ulwa en la Costa Caribe Sur.

“Estas estadísticas subrayan el hecho de que las mujeres están firmemente en el liderazgo”, afirma Shaira Downs Morgan, miembro afrodescendiente de la Asamblea Nacional electa para representar a la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur. “Estamos invirtiendo nuestros talentos, creatividad, conocimiento y capacidad en la construcción de un futuro mejor y más brillante para todo nuestro pueblo nicaragüense”.

Actualmente, la Asamblea Nacional de Nicaragua es la legislatura con mayor igualdad de género en el mundo con 50,6% de mujeres, integrada además por una muestra representativa de la sociedad nicaragüense.

“Líderes sindicales del sector salud y sector educación, artesanos, campesinos, obreros, trabajadores por cuenta propia”, dice Avellán, están todos representados allí. “Esto es algo histórico, realmente llena a uno de orgullo porque… cuando nuestras afiliadas, nuestras hermanas y hermanos nos miran y dicen: ‘Vaya, ahora tenemos una diputada [Asamblea Nacional], ahora estamos nosotras allí, estamos realmente incluidas’”.

Logros reales para mujeres

“Somos mujeres empoderadas; no tenemos miedo”, dice la campesina Eloisa García de la Cooperativa Cafetalera de Mujeres Gloria Quintanilla, ubicada en las afueras de Managua. “Tenemos casas; tenemos títulos de propiedad de nuestra tierra; tenemos una escuela; somos escuchadas; somos respetadas”.

Durante los últimos 15 años, las mujeres en cargos de poder en Nicaragua posibilitaron cambios reales en la vida de las mujeres trabajadoras y campesinas, reduciendo la brecha de género en 81%. Según el informe del FEM, Nicaragua ha logrado derechos iguales o casi iguales en el acceso a la justicia, los servicios financieros, la tierra y otros bienes:

  • Se han abierto 185 Comisarías de la Mujer en todo el país, donde únicamente mujeres policías (40% de la Policía Nacional de Nicaragua) atienden exclusivamente a mujeres y niños. Nicaragua ha aprobado leyes contra el feminicidio y la violencia contra las mujeres que permiten sentencias más estrictas y una justicia más rápida. Hoy, la violación conlleva una sentencia de 20 años y no es fuera de lo común que un perpetrador sea acusado, juzgado y sentenciado en cuestión de semanas.
  • El programa Usura Cero   presta $18 millones de dólares por año a bajo interés, exclusivamente a mujeres para financiar emprendimientos comerciales.
  • Se han formalizado más de 23.400 micro y pequeñas empresas, la mayoría pertenecientes a mujeres.
  • Más de 500 nuevas cooperativas de mujeres han sido organizadas.
  • El programa Hambre Cero proporciona cerdos, una vaca preñada, pollos, semillas, fertilizantes y materiales de construcción a las mujeres de las zonas rurales, beneficiando a una de cada seis familias del país, contribuyendo a la soberanía alimentaria de la nación – Nicaragua ya produce el 90% de los alimentos que consume.
  • Se ha otorgado título legal a más de medio millón de propietarios, la mayoría de los cuales son mujeres, cabezas de familia.
  • Se han construido cientos de miles de viviendas de bajo costo, la mayoría beneficiando a las mujeres.
  • El mayor acceso a los servicios básicos ha mejorado enormemente la vida de las mujeres. Las maquinas lavadoras, que antes se miraban únicamente en las casas de los ricos, ahora son comunes gracias a la instalación de electricidad y servicios de agua en los hogares.
  • Con la atención médica universal gratuita, la salud de las mujeres en general ha mejorado dramáticamente. La red de Casas Maternas en todo el país disminuyó los partos domiciliarios, lo que redujo la mortalidad materna en 66%. La mortalidad por cáncer de cuello uterino se ha reducido en más del 25 %, y este año el gobierno comenzará a vacunar a las niñas contra VPH, el virus que causa el cáncer de cuello uterino.
  • Con libre acceso a la planificación familiar, la edad promedio para que una mujer tenga su primer hijo es ahora 27 años y la tasa global de fecundidad es de 2.38. Ahora que las mujeres están ocupando posiciones de poder en todas las ramas del gobierno, el 57% del presupuesto nacional se destina a proyectos sociales, haciendo posible estas mejoras reales en la calidad de vida.

Una mejor calidad de vida conduce a una mayor participación de las mujeres

“Soy una trabajadora por cuenta propia en los semáforos”, dice Maribel Baldizón, miembro del sindicato de trabajadores. “Al igual que yo, mi madre era vendedora ambulante. Desafortunadamente, ella nunca fue a la escuela y no pudo enviarme a la escuela. Soy madre de ocho hijos y he ayudado a todos mis hijos en la escuela”.

Madres como Baldizón alguna vez se vieron obligadas a tomar la decisión de enviar a sus hijos a la escuela o mandarlos a trabajar en los semáforos para comer. Las hijas mayores casi nunca fueron enviadas a la escuela y más bien, se quedaban en casa para cuidar a los niños más pequeños mientras sus padres trabajaban.

“Educación gratuita, junto con importantes programas que ofrecen a los estudiantes alimentos diarios, mochilas, zapatos y anteojos, han permitido que más niños permanezcan en la escuela y han creado más oportunidades para que las madres participen en la fuerza laboral y en actividades políticas”, explica la Diputada Downs. Ahora, mujeres como Baldizón ya pueden enviar a sus hijos a la escuela.

De hecho, Nicaragua ha pasado de ser un país donde casi una cuarta parte de la población no tenía escolaridad, a ser el país número uno de América Latina en logros educativos para las mujeres. Nicaragua también ocupa el primer lugar en América Latina en alfabetización de mujeres, inscripción de mujeres en educación de tercer nivel, y mujeres trabajadoras profesionales y técnicas.

“Ahora tenemos derecho a organizarnos, tenemos nuestro propio sindicato”, dice Baldizón.

“Trabajamos en paz; somos escuchadas por las instituciones. Nos dan entrenamiento; nos envían a estudiar”.


“We’re Not Fighting for Space Anymore:” Women in Power in Nicaragua

By Becca Renk

(Becca Renk is originally from the U.S. but has lived and worked in Nicaragua since 2001 with the Jubilee House Community and its project the Center for Development in Central America.)

“Women are not fighting for space anymore,” declares Nicaraguan National Assembly Deputy Flor Avellán. “Now we have that space and we are empowered every day.”

In recent years, Nicaragua has emerged as the most gender equal country in Latin America, and is currently number seven worldwide, according to the World Economic Forum’s 2022 Global Gender Gap Report. Nicaragua has managed to create an historically equal government ranked number five in the world for women’s political empowerment. But perhaps unique to Nicaragua, the women in positions of power are overwhelmingly worker and peasant women – many of whom are Indigenous and Afro-descendant.

The 50-50 Mandate

“In another government, in another time, that was impossible,” says Avellán, a street vendor working at a stoplight in Managua who today is also a member of the self-employed workers union, a leader of the trade union federation’s Women’s Secretariat, and a member of the legislature.

“I was there [at the stoplight thinking] that was my life, that was as far as I was going to get,” says Avellán. Then, on International Women’s Day in 2012, Nicaragua passed a law requiring that 50% of elected positions be held by women. Since then, half of all candidates must be women – if the mayor is a man, the deputy mayor must be a woman and so forth, right up to the President and Vice-Presidential positions. This gender parity mandate has had its intended effect across the board.

Today, women represent more than 50% of both the judiciary and executive branches of government, of the National Assembly, of mayors, deputy mayors and municipal counsellors and they occupy many of the most important positions of power including the Vice President of the country, President of the Supreme Court, President of the Supreme Electoral Counsel, Attorney General, Minister of Defense, and Minister of the Interior and represent more than half of the leadership of the National Assembly and the Central Bank.

Particularly of note is the participation of Indigenous and Afro-descendant women at all levels of national, regional and local government – including the fact that currently both regional autonomous governments are led by Indigenous women: a Miskito woman in the northern Caribbean coast and an Ulwa woman in the southern Caribbean coast.

“These statistics underscore the fact that women are firmly in leadership,” states Shaira Downs Morgan, an Afro-descendant member of the National Assembly elected to represent the Southern Caribbean Coast Autonomous Region. “We are investing our talents, creativity, knowledge, and ability in the construction of a better and brighter future for all our Nicaraguan people.”

Today, the Nicaraguan National Assembly is not only the most gender-equal legislature in the world with 50.6% women, but it is also composed of a cross-section representative of Nicaraguan society.

“Union leaders in the health sector and education sector, artisans, peasants, workers, self-employed,” says Avellán, are all represented there. “That is something historic, it really fills one with pride because…when our affiliates, our sisters and brothers look at us they say, ‘Wow, now we have a [National Assembly] deputy; now it’s us in there; we are really included.’”

Real Achievements for Women

“We are empowered women; we are not afraid,” says peasant farmer Eloisa García of the Gloria Quintanilla Women’s Coffee Cooperative, located in the mountains outside Managua. “We have houses; we have titles to our land; we have a school; we are heard; we are respected.”

Over the past 15 years, women in positions of power in Nicaragua have made possible real change in the lives of working and peasant women, reducing the gender gap by 81%. According to the WEF Report, Nicaragua has achieved equal or near-equal rights in access to justice, financial services, and land and non-land assets:

  • 185 women’s police stations have been opened around the country where only female police officers (40% of Nicaragua’s national police force) attend women and children exclusively. Nicaragua has passed laws against femicide and violence against women, allowing for stricter sentencing and swifter justice. Today, rape carries a 20-year sentence and it’s not uncommon for an aggressor to be charged, tried and sentenced within a matter of weeks.
  • $18 million dollars per year is loaned exclusively to women in low-interest business loans through the Zero Usury program.
  • Over 23,400 micro and small businesses have been formalized, the majority owned by women.
  • Over 500 new women’s co-ops have been formed.
  • The Zero Hunger program furnishes pigs, a pregnant cow, chickens, seeds, fertilizers, and building materials to women in rural areas, benefitting one in every six families in the country and contributing to the nation’s food sovereignty – Nicaragua now produces 90% of the food it consumes.
  • Legal title has been given to more than half a million property owners, the majority of whom are women heads of household.
  • Hundreds of thousands of low-income homes have been built, mostly for women.
  • Improved access to basic services has vastly improved women’s lives. Washing machines, once rare in all but the wealthiest homes, are now common, thanks to installation of electricity and running water.
  • With free universal health care, women’s health overall has improved drastically. A network of maternity waiting homes around the country decreased home births, dropping the maternal mortality by 66%. Cervical cancer mortality is down by more than 25%, and this year the government will begin vaccinating girls against HPV, the virus that causes cervical cancer. With free access to family planning, the mean age for a woman to have her first child is now 27 years old, and the total fertility rate is 2.38.

Now that women are occupying positions of power in all branches of government, a full 57% of the national budget is destined for social projects, making possible these real improvements in the quality of life.

Better quality of life leads to increased women’s participation

“I am a self-employed worker at the traffic lights,” says Maribel Baldizón, a member of the workers’ union. “Like me, my mother was a street vendor. Unfortunately, she never went to school and she wasn’t able to send me to school. I am the mother of eight children, and I have helped all my children through school.”

Mothers like Baldizón were once forced to make a decision between sending their children to school or sending them to work at the stoplights to eat. Older daughters were almost never sent to school and instead were left home to look after the youngest children while their parents worked.

“Free education, together with important programs that provide students with daily food, backpacks, shoes and eyeglasses, have allowed more children to remain in school and have created more opportunities for mothers to participate in the workforce and participate in political activities,” explains Downs. Now, women like Baldizón can now make the choice to send their kids to school.

In fact, Nicaragua has gone from a country where nearly a quarter of the population had no schooling** to being the number one country in Latin America in educational attainment for women. Nicaragua is also first in Latin America for women’s literacy, women’s enrolment in third-level education, and women professional and technical workers.

“Now we have the right to organize ourselves, we have our own union,” says Baldizón.

“We work in peace; we are listened to by the institutions. We are given training; we are sent to study.”

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